2022 Capítulo 1: Intensidad.
No sé si es una cosa mía, pero ¡que caótico que han sido estos primeros meses del año!
Por ejemplo, en enero, solo pasaron 3 días y ya estaba todo pies arriba. Era mi primer día como asesora en una nueva agencia y a medida que avanzaba la tarde podía sentir como mi cuerpo cambiaba de ánimo. Pensaba que las fiestas de fin de año me habían dejado más agotada de lo que pensaba.
Ja! Ilusa. No fue hasta la mañana siguiente que entendí que los 2 años de estar invicta al Covid-19 se fueron por el retrete.
Ese día pasé toda una reunión con la cabeza pegada en el escritorio mientras me hablaban, intentando que las neuronas que no se me habían frito con la fiebre, me ayudaran a conectar lo que hablaban.
Fue una semana complicada... Sin embargo, más allá del malestar físico (que no pasó a mayor) lo que más me frustró -y duró más de una semana- fue la desconexión que tenía con mi cerebro. Y sí, ya sé que suena súper dramático, pero juro que eso sentí. ¿Sabes esa sensación de ir a la heladera en la noche, quedarte viendo y preguntarte: "qué vine a hacer acá"? ¡Pues eso! pero en loop cada 3 -5 minutos, abrir una pestaña nueva en la compu y tomarme unos segundos para entender por qué lo hice, agarrar mi teléfono y no saber para qué, mirar a un punto fijo y perderme ahí pensando en absolutamente nada...
Así es como recuerdo a enero. Me llevó a un momento de introspección muy necesario, de entender que más allá de priorizar las actividades que tenga por hacer, debo prestar atención a la energía que cada cosa requiere de mí. Amigarme con ello, no resistirme a mi misma, sino entenderme, escucharme y dejarme fluir.
Y bueh... ¿febrero? febrero decidió darle vuelta al asunto y ser la némesis de todo eso. El trabajo y las responsabilidades aparentemente llovían... Y amo mi trabajo, mis amigas más cercana me dicen que soy una adicta al trabajo, y no porque no le ponga limites a las reuniones, los clientes o las agencias, porque lo hago, para mi los bloques de tiempo y un calendario claro es innegociable. Sino porque no hay momento que no me vengan ideas de algo que me gustaría hacer, aprender o crear, y salgo de una corriendo a anotarlo.
Pero esta vez, estaba al límite con las exigencias que tenía. Lo bueno de todo es que lo que me enseñó enero, se mantuvo. Así que me busqué la manera de escucharme y conectar conmigo misma... -¿Será que esta librana entendió de balance?-